Enero inició
cruel: comenzó con sangre.
La casa vacía fue mi cómplice, uno de los platos voló con la excelente
puntería de aterrizar en mi
mano. La sangre brotó
desde mi piel rota y corrió aguada por todo el fregadero, ardiéndome a
la mitad del dedo anular, tiñendo
el lavadero de rojo pálido, convirtiendo el atardecer en sangre. Solo me
quedé observando como la piel se había arrugado, veía un cráter del cual emanaba el líquido viscoso.
Sentía el latir de la sangre fluyendo.
Con los dedos de la otra mano alargué la piel hasta cubrir el agujero de la
herida. Luego la
vendé.
Así comenzó enero.
Además de las pesadillas está el hecho de dormir poco, el de despertar a cada
instante como respondiendo a un llamado. Una voz que está siempre cerca,
y que proviene de todas partes y de ninguna. Abrir los ojos, buscar la voz, cubrirse
el rostro con las sábanas, por centésima vez.
Interminables noches de desasosiego, me llevó a conseguir un cuaderno azul,
el cual garabateo con entusiasmo y obsesión. Aun nadie ha visto aquellos trazos, pero
imagino que cuando lo hagan preguntarán en qué estaba pensando o qué quiero
decir con alguno de ellos, o con alguna de las frases que le acompañan.
Un daño colateral
a esta falta de descanso es que no dejo de ver insectos por todas partes, no
importa donde esté, o con quienes: siempre veo insectos caminando sobre las
mesas, al rededor de los libros, cerca a los platos, junto a la computadora,
siempre que vuelvo la vista, corren a esconderse y jamás los encuentro.
Entonces rocío veneno en todos los rincones de la casa, en cada escondrijo, en
cada grieta donde puedan esconderse: la casa huele a muerte.
Comencé a escribir una historia que se supone la presentaría a un concurso de Novela. La llamé “La Delgada
Línea”. Debía ser
una historia con harto humor, pero el humor no se me da bien, aún así creo haberlos
logrado en algunas partes, otras son un asco. Luego, abandoné el proyecto. Hay tantas ideas que aparecen.
Hay tanta historia sueltas por allí esperando ser encontradas. Hay tanto loco
suelto por las calles.
Doctor ha
comenzado,
nuevamente, a insistir en
formar una banda de rock
and roll. Pienso
que si tuviera una banda la llamaría “Ruido Blanco”. Pero no creo que
formemos ninguna banda de nada. Ninguno de los dos canta, ninguno de los dos
sabe suficiente de música, yo apenas logro sacar un par de canciones en la
guitarra acústica. Doctor
no tiene una batería. Él prefiere un tipo de música demasiado opresora y
oscura, demasiado
destructiva, yo prefiero algo un poco más armónico y rítmico, pero ruidosa y agresiva.
Doctor no se da
cuenta que la formación de esta supuesta banda es solo un sueño, un medio de
escape cuando el estrés nos aprisiona y el barullo de los días nos agobia. Lo
curioso de todo es que para hacer rock and roll no se necesita saber mucho de música,
ni de saber cantar, solo oler el espíritu adolescente. Solo tener entusiasmo. Estamos
viejos.
En tanto, se me ha ocurrido escribir una historia sobre una banda la cual se llamará, obviamente, “Ruido Blanco” y como otros proyectos, éste también
permanecerá en silencio.
Mi novia (que en realidad no es mi novia), se ha quedado en casa en
dos ocasiones. Ha sido divertido
volver a despertar con alguien al lado. Aunque haya sido breve la relación, me
ha servido para distraerme, para conversar con alguien que no sea un objeto de
mi imaginación.
Cuando ella llega, el
portero le mira con atención, “míster, tu flaquita?”, me pregunta con libidinosidad, “que
quieres chochera...
”, le he respondido,
“vete a la mierda” es lo que he pensado.
Pero a fines de mayo ya todo había terminado. Aquel fin de semana estuve de permiso, Ex me
ha despertado muy de mañana: "ya me tengo que ir...", dijo, "está
bien, pero cuando volverás..., mañana?". Respondió algo que no le escuché,
pero yo sabía que ya no regresaría.
Desde hace un par
de años nos habíamos perdido el rastro. Durante todo ese tiempo no he querido
saber detalles, para qué..., de qué me habría servido saber nada. A veces,
ignorar las cosas nos haces felices... o falsamente felices.
Mayo ha sido un mes extraño. Me han dolido demasiado las piernas, como
si estuviera en cuclillas todo el tiempo, como si me hubieran pateado en las rodillas, o como si el peso del
mundo me estaría doblando en dos.
Ex, antes de
irse, me ha dicho, también, que estoy demasiado delgado, “estás más flaco de lo
que te conocía, ¿has perdido peso?. De repente deberías ir con un doctor...”,
pero ahora, justo ahora, es cuando me siento más fuerte.
Alfin me
he mudado.
Es el último piso de un edificio inmenso, altísimo, donde apenas escucho a
personas hacer ruido. Aun así,
siempre despierto de mal humor, odiando el mundo, odiando todo lo que se
me cruza, odiando todas las palabras que escucho, todos los gestos que quieren
tener conmigo personas hipócritas y sin vergüenzas. Odio todos los malditos días, esta
vida de mierda, aprieto play al mp3 y me desconecto
del mundo, apago un poco el cerebro y me dejo caer al abismo de las melodías.
La primera vez
que dormí en la casa nueva, sentí que el edificio entero se estaba cayendo de
lado. El viento del invierno golpeaba con fuerza las enormes ventanas. Y el vértigo,
el delicioso vértigo devorando mis tripas...
Doctor ha
llamado, vuelve a insistir en formar la banda.
Ahora he comenzado con la lectura de “Las Crónicas del Lobo Blanco”.
Qué mejor escape que una buena lectura, es la historia de Elric de Melniboné, el último emperador de
Ymrryr, la ciudad Bella.
Y mientras avanzo leyendo, comienzo a darme cuenta que los recuerdos
son solo eso: recuerdos, que si no hacemos que nuestros “dones” se desarrollen,
se perderán o se estropearán.
Habría un concurso de novela gráfica. Entonces se me ocurrió la idea de participar.
Comenzaría otro proyecto, pero este sería diferente pues contaría con la ayuda
de alguien que dice saber dibujar:
- Habla, lo hacemos?
- le pregunté y contestó que sí.
“Chévere pz, al toke nomás”, me dijo, “como en los viejos tiempos...”
Le dejé libros para que los estudie, pero nunca hicimos nada. Apenas unos muy malos bocetos los
cuales, finalmente, se perdieron. Una horrible sensación de vejez me cogió
desprevenido: Yo no quiero ser así, es decir, como las demás personas, nunca en
mi vida quiero ser así: saber
si tal o cual equipo ganó no sé qué copa o si Magaly ampayó a no sé
quien, o enterarme de noticias estúpidas. Yo quiero utilizar, todo lo que me
sea posible, el cerebro, seguir pensando hasta que se me caiga la cabeza al suelo de tanto pensar. No
quiero que se me estropeen los pocos dones que todavía me quedan.
Flaca y Tío se casaron,
finalmente.
El gordo y
yo viajamos al Sur
para la celebración:
pequeña y simpática, los niños entonando canciones religiosas, de esas que
siempre provocan entusiasmo y felicidad en quienes las escuchan. Luego cruzamos
la avenida y entramos al local de la fiesta. Qué pena que poca gente fue, de haber ido más, habría sido un
juergón. Pero la pasamos bien.
Las fiestas, para mí, siempre han sido un problema: Imagina por un momento que tienes un
amigo de la parte más exótica de Asia. Un día te invita a su casa almorzar y
sirven toda clase de insectos y reptiles que nunca habías visto. Así me siento
cada vez que soy invitado a una fiesta. “No es nada personal, el problema soy
yo”.
Fin de mes: Por fin vacaciones. Aun así, trabajé en casa, nada grave
ni urgente, pero trabajo, al fin y al cabo.
Estuve enfermo cinco días, no sé que fue, un poco de fiebre, un poco
de nauseas, sin apetito. Una sintomatía un poco rara, me sentía mal, pero no
tanto como para tumbarme, pero tampoco lo suficientemente bien, como para hacer
los deberes.
Compré un pliego
de papel de molde blanco, escribí allí mi obra monumental.
La verdad es que
había dejado las medicinas. Un día de desperté y me dije "G, no es posible
que sigas así, deja esas capsulas...", y las deje. Por eso estuve enfermo
tanto tiempo.
Desde hace unos días estoy de vacaciones (es la segunda semana de las
dos semanas anuales que me corresponden por vacaciones): Pocas personas
recuerdan que hoy es mi cumpleaños. Una persona me llamó para preguntarme si
era mi cumpleaños y luego me saludó. Otra persona llamó para pedirme un favor
“y aprovecho para desearte un feliz cumpleaños...”, luego recibí dos mensajes
de texto. Son las 11:59 pm, por fin el puto día se ha terminado, por suerte
nadie más se acordó ni escribieron al facebook. Ha sido uno de los mejores días
de este año de mierda.
El Búho nunca ha festejado su cumpleaños, esta vez lo festejamos. Me
tomé tres chilcanos, mi cuerpo pedía más, tuve que entrar al baño a echarme
agua y pensar un poco: “no más trago, no más trago, no más trago...”. La fiesta
acabó temprano; en casa, nuevamente me cuesta dormir, lo peor (siempre tendré
que repetirlo) es sentirse agotado.
Este año fui a tres fiestas (creo recordar que solo han sido tres). En
las fiestas hay que reírse demasiado. Yo no quiero reírme, no me provoca. Ahora
mismo la risa se me antoja una de las expresiones más falsas que te pueda
imaginar, todos se ríen: dicen algo (risas), hacen algo (risas). A mí me hace
reír la ironía.
La tercera fiesta fue en casa de la Señora, fue su cumpleaños. Llegué
con la Morena, solo bailamos una canción. Pero en realidad lo que me gustó fue
bailar con la Flaca: bailamos salsa. Yo no bailo salsa, tampoco ella (fue tan obvio
realizar aquella danza improvisada y descoordinada, y eso fue lo que lo hizo
divertido. Mientras trataba de soltarme de sus brazos ella me seguía el “ritmo”
y daba vueltas y vueltas.
Debo reconocerlo, la Morena es un chica guapa, aunque a veces pienso
que tiene dentro una bronca o
un no sé qué, que no puedo entender. Quizá por eso suele ser un poco
esquiva, su cordialidad me parece un poco seca.
Y, asi pues, la vida continúa con su propia dinámica enfermiza y
descorazonada, su propia manera de enredarnos en con sus absurdas comedias y su
insípida esperanza. Pero así es la vida, de otra forma no lo sería.
Soñé: Es una habitación,
algunas estructuras metalicas me rodean, las paredes son transparentes, puedo
ver hacia fuera, pero nadie puede verme aquí dentro. El sol es brilloso, el
calor es intenso, me ubico debajo de una ducha, el agua se desparrama por el
suelo. Me esfuerzo en abrir los ojos. Fuerza. Despierto.
Amanece, es otro
año.