lunes, 2 de marzo de 2009

De papel y rosa

Te deseo como a la inmortalidad. Como un deseo arrojado a un pozo de plata, con el vértigo de la caída de millones de años. Te deseo cuando los ratones muerden las patas de mis sueños y tú, elevándote con tus inmensas alas a la eternidad, a donde las aves no pueden soñar los mismos árboles... ¿Qué existe después de ti sino el olvido y el mar negro como tus ojos oscuros?, ¿qué eres sino la misericordia que me deja respirar? Hasta donde ya no puedo gritar sin más aliento que el tuyo. Así te deseo: como una vela extinguiéndose e iluminando por la ventana de tu boca y de tu cabello brotan rayos de estrella luminosa. Así te deseo.

 

En el borde de tu piel se recrea el universo con todos sus astros y con todas sus constelaciones, con tu belleza de papel, con tus ojos dormidos mirándome todo desde dentro hasta afuera, conmigo desvanecido en un suspiro y al borde de tu deseo, deshecho en los confines de los planetas rojos, de los océanos de tigres arañando sus jaulas y sus barrotes y sus colmillos agrandados por el miedo de las aves de plumaje brilloso. Te deseo. Entonces todo se hace manos, cuerpos, y sudor y lento caminas hasta donde nadie puede mirar y te detienes deseosa y como una diosa de papel te abandonas a donde la lejanía es mas arte que la esperanza y más puro que los diamantes. Una lámpara derramando su luz sobre nuestros cuerpos redondos, las sombras cayendo sobre las paredes. Y la piel.

 

Te deseo como la rosa al capullo de mariposa.

 

Entonces, no hay excusas que sobrevivan.

 

¡Nada! Ni el murmullo del agua escabulléndose por sobre los bordes de la lámpara, nada, ni las lágrimas de otoño trepadas sobre las montañas gélidas, distantes, ni tus ojos, ni tus piernas en torbellino, ni el ave luz con el pico entre abierto y sediento, ni la humillante lengua de espinas de rosa de papel y rosa; y tú de rosa, con tus ojos de rosa, con tus manos de espina, con tu cabello de pétalo rojo, con tu cuerpo de tallo y tus pies de miles de semillas regadas por el mundo, hasta las entrañas de la tierra. Con tu alma de papel carmesí flotando liviano sobre las nubes.

 

¡Nada!, Ni el silencio apretado entre los dientes, ni tu boca de miles de labios besados en la noche, ni el deseo, ni la cama, ni los silencios, ni los murmullos de las sombras derramadas sobre las paredes, ni tu cuerpo rabioso, ni tus ojos de constelaciones de miles de estrellas hinchadas de tanta noche. Nada, ni el amor. Solo el deseo, como un animal encerrado y herido; con nuestros cuerpos agitados derramando lágrimas de rocío de tus ojos de pétalo y las espinas se repiten una y otra vez aguijoneando las carnes.

 

Luego. Siempre tenemos que continuar.

 

El deseo acabado, robado a los retazos de lo que queda de mí, a los silencios de piedra fría, a los gritos de papeles mudos y amarillos de tanta vejez, de tanto anciano muerto. Como muñecos de papel o como una rosa deshojada de tanto amor, de tanto deseo aplastado en la noche, de tanto papel dibujado de espina, de tanto jardín, de tanta habitación de mediana luz, de tanto espíritu escapado de los huesos y de las carnes. Así, el deseo comienza a propagarse hasta las paredes y las habitaciones de rojo (o de rosa). Y tú recuerdo perpetuo.

6 comentarios:

Gittana dijo...

hermosas palabras, etterno lamento que implora guardar ese deseo. para que las noches frías tengan un cobijo con el cuerpo de ese sabor etterno.

Soy ficción dijo...

Me emocionaron tus palabras.

robespierre dijo...

pavor!!!

no es bueno perder el corazon asi

Gittana dijo...

me cai de internet!!!! sorry!!!!

... dijo...

muy buen escrito
me encanta.........saludos

Ambar dijo...

apasionado e intenso
angel..mago..hechicero...