lunes, 24 de agosto de 2009

descenso


Nos habíamos peleado.

 

Había sido una pelea idiota; nos recriminábamos acciones absurdas sobre quién puede dibujar el círculo más grande, o, cómo se hace para convertir el agua en vino.

 

Entonces, nos convertimos en almas invisibles (e inservibles). Cada uno se encerraba en el círculo de sus pensamientos o se embriagaba con decenas de botellas de vino.

 

"El vino es delicioso, el mejor (y peor) de mis vicios", exclamaba para sustentar mi inevitable pérdida de la razón.

 

"Yo puedo andar en línea recta hasta perderme en los confines del mundo", exclamaba ella y luego ambos nos reíamos.

 

Nos habíamos peleado hacía un mes y medio (es que llevo contando los días por lo aburrido que estoy).

 

Luego, como a eso de las seis con veintisiete minutos del día diecinueve de agosto de este año, J se apareció frente a mí, me observó un rato con la mirada más fría que había visto nunca, o no sé. Solo era una mirada. Me miró. Le miré. Nos miramos sin vernos.

 

Nos habíamos peleado.

 

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quiero aclarar que en estos últimos días no ando muy coherente así que pido las disculpas del caso.

 

 

 

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aparte que he descubierto que hay lugares por donde no puedo pasar ni mirar porque no sé.

 

aunque si sé pero prefiero no saber.

 

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1 comentario:

Sol dijo...

te digo, loco, ves?

;)