miércoles, 24 de diciembre de 2008

el otro lado

Para llegar al país de los deseos habría que caminar tanto que, durante muchos años, apenas te alejarías de tu hogar.

En su lugar, se cuenta la historia del hombre que regresó de aquel país.

Su nombre era Anicar. Sí, yo lo sé, es un nombre muy extraño, pero es justo un nombre raro lo que se necesita para una historia rara como esta.

Anicar vivía como todos nosotros, escondiéndose de los Eshubas, esos animales tan altos como un hombre que se acercan sigilosos y en manadas a llevarnos a quien sabe dónde. Nosotros, precavidos, caminábamos cogiéndonos las manos y haciendo un grupo grande, de esa forma los Eshubas no se animaban a llevarnos. Anicar, en cambio, siempre fue un chico inteligente y atrevido para la aventura; de pronto se soltaba la mano y corría por todas partes del bosque o cantaba tonadas alegres “para ahuyentar el mal espíritu”, decía él; ello le valió algunas heridas y raspones que nos mostraba con orgullo durante las noches, antes de las oraciones a la diosa África.

“Esta de aquí me lo hice con la rama rota de una árbol mientras corría escapando de una fiera...” decía, los que no le creían, respondían que todo era inventado, que esas heridas se las había hecho en su casa, a escondidas de sus padres. Las mujeres más viejas decían que era un brujo que con ayuda de los hijos de la noche lograba aquellas fechoría tan conocidas por todos y les prohibían a sus hijos y demás niños visitarlo o siquiera dirigirle la palabra, cosa que no ocurría con frecuencia ya que nos gustaba sentarnos a su alrededor y escucharle hablar.

En aquel momento no sabía que tan ciertas eran pero al escucharlo sentía que una parte de mi alma y de mi imaginación se liberaba de la prisión de mi cuerpo y esa sensación me gustaba demasiado. Imagino que los demás chicos también y por eso, en secreto, le admirábamos. De una u otra forma, vivía mi libertad a través de las historia de Anicar.

Quizá fue Marcone, el hombre más viejo de la aldea el que lo contó, si, debe haber sido él definitivamente, si algo había que saber, el primero que debía saberlo era Marcone. Debió ser en una misa especial en que habló del país de los deseos por primera vez: “es un lugar dónde los deseos que hemos pedido durante toda nuestra vida existen siempre, todos y cada uno de ellos, todos, desde el más pequeño e insignificante hasta el más inmenso e imposible; no hay posibilidad de que ninguno no exista...” Contaba el viejo Marcone, “a ese país nadie puede llegar si no es dejando este mundo...”, concluía.

Como era de esperarse, quien creyó toda la historia fue Anicar. Yo lo recuerdo con el morral colgándole al lado de su cintura y recuerdo a su madre llorando abrazada a su padre quien intentaba consolarle, la pobre mujer sollozando incansable y el señor, sujetándola con fuerza, como quien impide que caiga. Recuerdo haber preguntado a dónde iría a lo que alguien me habría respondido “es un estúpido... deja que se vaya...”

Ese día, hace cuarenta años, fue que vi a Anicar por última vez, solo puedo pensar que llegó al país de los deseos, de una u otra manera, debe haber llegado.

Sin embargo...

5 comentarios:

Sandra Figueroa dijo...

Hola, que bonito relato. Al leer me invitas a partir a ese pais de los deseos. Si, solo uno deseo se haga realidad. Lindo tu blog. Un beso, cuidate.

Gittana dijo...

feliz año 2009!!!! pasala muchevere en compañia de todos los seres que tu ama... Tomate una a mi salud, que a mi me toco trabajaaaaar!!!!!!

feliz 2009!!!!!!

· dijo...

y seguro que llegó...debió hacerlo porque es el encargado de traerte esos buenos deseos ya cumplidos para este 2009.

Te dejo un abrazo,

Soy ficción dijo...

Que si, q seguro q ha llegado, o eso espero...

Q tengas un magnifico año nuevo. Muuuuuac

Sol dijo...

Sin embargo..?