jueves, 12 de febrero de 2009

Altura

Habría saltado.

Lo habría hecho si no aparecía muy cerca de él un ángel.

Pero él no creía en ángeles, los aborrecía, solía decir que eran aves sin pico, entes que no tenían nada que decirle. Precisamente a él que había pensado en saltar desde hace mucho tiempo.

La segunda semana del mes de diciembre lo había planeado con calma, con la misma calma y frialdad que se tiene para vestirse o lavarse el rostro. Sería desde aquel edificio, alto y hermoso, que miraba desde el segundo piso de su oficina.

Conocía al conserje que lo cuidaba y le había convencido de que le prestase las llaves por un par de horas “es para llevar una hembrita pe choche...” le había dicho, pero la realidad era cruel y lo que había hecho era duplicar el juego de llaves para él. Si alguien le veía le diría que estaba de inspección, y que terminaría muy rápido. Pero ello no fue necesario, no se cruzó con nadie, y mientras caminaba por la desolación del interior del edificio se había detenido a pensar en Ella, la chica de rostro redondo y bonitas piernas a la que admiraba, absurdamente, en secreto, ¿qué pensaría de él ahora?, seguro lo vería reducido a una cosa minúscula, un algo patético que deambulaba como un fantasma, quizá se habría reído. “Mejor deja de pensar y continuar con el plan...”

Pero no era Ella la razón que le llevaba a lo alto del edificio. Solo quería saltar. Y lo habría hecho si no se hubiese aparecido el ángel.

¿Y cómo sucedió?

Se encontraba en lo más alto, de pie sobre la cornisa, miraba hacía el vacío y pensaba en que volaría. Intentaría de no pensar que caída sino que volaba, que en los pocos segundos que permanecería en el aire sería como un ave, irónicamente, como un ángel.

En ese momento se apareció, el ángel le había hablado, le había preguntado su nombre y le había dado las gracias por cruzarse con él en ese mismo momento porque necesitaba hablar con alguien.

Cuando escuchó la voz, no volteó el rostro para ver quien le hablaba, pero apenas aquella persona (es decir el ángel) le había dicho “gracias por todo...” él decidió voltear y no vio a nadie, solo la terraza vacía y solitaria, como una enorme salón que llevaba como techo el negro firmamento.

Entonces ya no saltó, ya no tuvo valor para hacerlo.

El ángel le había detenido.

3 comentarios:

Gittana dijo...

Porque??? en que momento penso algo malo??? o a hacer algo malo??? o de eso fue???

creo que necesito releer...

Soy ficción dijo...

Supongo q al final lo del libre albedrio no era tan cierto no?

david santos dijo...

Feliz Día San Valentin 2009.