viernes, 19 de junio de 2009

Visiones

Cuando vi sus anteojos marrones de marco grueso alrededor de sus ojos, me enamoré de Justa. De no haber sido por aquellos, jamás me habría fijado en ella. "¿Quién está detrás de esos anteojos", pensé en aquel momento.
Sería jueves, volteé y allí estaba Justa, mirando con esos ojos serenos que dan la sensación de apenas conectarse con el mundo, "estoy aburrida..." me dijo, "te doy toda la razón, este lugar parece un mazmorra..." respondí. No recuerdo que otros temas hablamos, pero recuerdo haberle estado mirando sus anteojos, intentando adivinar quién era la persona que estaba detrás de ellos.
Ahora me doy cuenta que existen personas que se ocultan detrás de anteojos oscuros, sus personalidades dependen de ocultar sus miradas o quizá lo hacen para observar sin ser descubiertos, como los criminales o los hombres que miran a las mujeres en los paraderos del autobuses; se recuestan contra una pared y desde allí les miran las piernas o los escotes.
También hay personas que utilizan anteojos negros porque perciben la sensación estar frescos y relajados como en un día de playa, como si el ir y venir del tiempo no existiese; los utilizan incluso de noche, me pregunto cómo es posible que puedan distinguir algo. Otros que esconden ojeras inmensas o cansancio.
Hay quienes necesitan anteojos para leer o para descansar la vista, hay quienes aprovechan la moda para utilizarlos de diversos tamaños, colores y formas, hay quienes los necesitan pero los disfrazan con marcos delgaditos y quienes se los quitan ante la presencia de alguien más o en diversas reuniones porque no les hace lucir bien.
Justa no pretendía nada de eso, aunque en realidad nunca se lo pregunté; asumo que los utilizaba por necesidad pues nunca vi que se los quitara ni siquiera para frotarse los ojos. Llevaba los anteojos como si no los tuviera encima, como si fueran parte de su suave rostro, se amoldaban perfectamente a su cara, caían naturalmente sobre sus orejas y siempre combinaban con el color de su cabello. Jamás le vi acomodándoselos o insegura con ellos. Alguna vez me confesó que ni bien cruzaba la puerta de salida de la oficina se los quietaba pese a que no lograba ver más allá de unos metros, pero nunca la vi ciega.
Habría podido sentarme frente a Justa durante horas sin fin solo para verle sus hermosos ojos serenos detrás de sus anteojos marrones, escucharle hablar y verle mirar tranquilamente, como si las lunas de sus anteojos contuvieran algún tipo de exceso en su mirada, como si se tratasen de un par de jaulas que me permitían verle los ojos serenos.
Bien había intentado verle continuamente invitándole, decenas de veces, un café, pero siempre los rechazaba cortésmente. Me imaginaba sentado frente a Justa intentando descubrir a la persona que hablaba con esos anteojos.
Sé que este relato se lee absurdo, después de todo, quién en su sano juicio se enamora de alguien por unos anteojos, sin embargo, no habría podido imaginármela sin ellos; pienso que quizá habría dejado de ser ella misma, pienso que quizá nunca me habría enamorado de Justa y que nuestras vidas nunca habrían tenido el mismo sentido si no nos hubiésemos cruzado, y es que haberme enamorado de Justa de esta manera exótica ha sido lo más extraordinario que me ha sucedido.

1 comentario:

fgiucich dijo...

Hay muchas formas de llegar al amor. Abrazos.