miércoles, 18 de noviembre de 2009

deshacer

He intentando por varios medios convencerme (y convencerte) que no he perdido la razón aún.

 

Digo, lo he intentando de muchas formas distintas.

 

Comencé, por ejemplo, obsequiando una barra de chocolate cada mañana, inexplicablemente la barra de chocolate nunca llegaba a su destino: tu mesa de trabajo; ahí estaba yo en la tienda comprándole al sueño, luego caminando por una calle vacía, llevando conmigo una maleta que se me antojaba enorme y pesada, tanto que la hubiese abandonado al borde de la vereda y me hubiese sentado allí mismo o me hubiese recostado a mirar el transcurrir del día. Pero no. sacaba fuerzas de no sé dónde y continuaba caminando pero nunca llegaba hasta tí porque el chocolate me lo había comido sin darme cuenta de en qué momento había ocurrido.

 

Entonces el siguiente paso era arrancarme el corazón y dejarlo guardado en una no los cajones de casa.

 

Hubiese querido, entonces, convencerme que había perdido la razón, pero a cada intento lo único que lograba era enredarme con los sueños que había tejido para mí. Es porque hace algunos años había tejido sueños, muchos de ellos, decenas, docenas, miles quizá, no lo sé, ¿En qué momento se me enredaron?.

 

Encuentro la hebra de uno y comienzo a jalar ¡De dónde surgieron tantas pretensiones!, ¡Dios!, ¡maldito Dios!. Continuo avanzando, en el sueño estoy dibujando el rostro de una mujer gorda que abraza a una niño pequeño, les he pintado con colores fuertes y cuando preguntan respondo "es para que no se malogre", pero no recordaba aquel dibujo. Un hallazgo sin duda, un hallazgo que hubiese preferido mantener olvidado.

 

Habrían tantos otros sueños que debería mantener oculto. No habría sido la primera vez que intento convencerme que no he perdido la razón.

 

En otro escena Julieta y yo nos prometemos amor eterno, abrazados y desnudos nos prometemos que nunca no olvidaremos, que jamás de los jamases nos haremos daño y que mañana mismo iría a su casa a hablar con su padre a decirle "señor, yo la quiero y vengo aquí a pedirle que..." pero las historias de amor han sido escritas para ser devastadas por la ironía y otros entes igual de monstruosos. Nos prometíamos montones de caprichos sucios y tibios. Lo siguiente es un ruma de cartas incendiadas.

 

Entonces al igual que el Gregorio Samsa, soy un insecto. Más que un insecto, soy un monstruo ominoso que con solo levantar una ceja le sirva para exterminar una vida. Convencerme que aún no he perdido la razón, ¡maldito Dios!

 

Sin embargo yo estoy bien, siempre lo he estado y siempre lo estaré. Lo sé, observo el mi reflejo en el fondo de un charco y pregunto "¿estás bien?", y yo (él) responde "si" y sonríe alegremente, da la vuelta y corre, entonces se que ha llegado el momento de levantar los brazos y gritar que no podrán conmigo: "vengan aquí con todo su ejército y sus armas que les estoy esperando, venid aquí seres de carne y hueso, hombres mortales no podrás destruirme, los estoy esperando"

 

Aún no he perdido la razón.

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