miércoles, 4 de enero de 2012

Silencio

La Paz es un asunto tan raro.

 

Nunca hay nada que decir.

 

-       Otra vez te vas a quedar callado... – protesta Novia.

-       Bueno, nada, es que justo ahorita todo va tan bien que para qué malograrlo con palabras.

-       Ay, qué aburrido que eres...

 

Terminamos de almorzar. Caminamos por la Alameda. El verano ya ha comenzado, el sol brilla poderoso en lo alto y su luz se filtra por las ramas de los árboles, el ambiente es calmado, no hay muchas personas paseando, casi somos los únicos paseando. Caminamos lento, mirándonos de vez en cuando. Intuyo que Novia espera que le diga algo, cualquier cosa, pero no se me ocurre nada. En este instante, solo quiero seguir caminando. El tiempo es fresco, el viento alborota las hojas secas.

 

-       Por qué nunca me quieres contar nada... – pregunta Novia molesta.

-       ... es que no hay nada que contar...

-       Por qué serás así, no es tan difícil decir lo que uno piensa. Aunque, claro, cuando abres la boca solo es para quejarte. No sabes hacer otra cosa...

-       es que...

-       és que qué... ya vez... ni siquiera así dices algo. ¡Habla!

 

Pero Novia da la vuelta y se va. Sé qué debo correr tras ella, pero lo haré el día de mañana. La Paz es un asunto tan raro. Nunca hay nada que decir.

 

Nunca.

 

1 comentario:

E. Takekami dijo...

Estuve en el malecón de Miraflores hace menos de una semana. Había de todo: hombres, bicis, mujeres, niños, gringos, peperas, de todo menos paz. Me hubiera ido a una alameda.