domingo, 28 de septiembre de 2008

chocolate

Cada noche, llegando casi a las 10.00 p.m., recuerdo que a ella le gustan los chocolates y, como un poseído, salgo a la calle a recorrer las tiendas en busca de uno.

Escojo uno y lo deshecho, no puedo equivocarme y debo ofrecerle el chocolate perfecto, son raros los chocolares perfectos. Busco, camino. Y lo encuentro.

Lo observo tendido sobre la mesa, esperando el amanecer para entregárselo. Sin embargo, no pasan más de cuatro horas y lo devoro con ansiedad. Y ella jamás sabrá que le compro uno cada noche antes de dormir.

5 comentarios:

robespierre dijo...

jajajajjajja

suele suceder

Amie dijo...

me encanto !!!!!. Genial tu post . besos con sabor a chocolate.

JUANAN URKIJO dijo...

En La Leyenda del santo bebedor, de Roth, sucedía algo similar: Un borrachín debía una botella de vino a un amigo y cada día la compraba... pero, también cada día, terminaba por bebérsela. Así transcurría su vida.

Saludos.

Lara Holmes dijo...

A mi también me gustan los chocolates :-P

Coro dijo...

Ayyyyyyyyy, espero que un día se lo des... jajaja.