jueves, 30 de octubre de 2008

Allá abajo

¿Cómo inventar un mundo nuevo?, ¿cómo comenzar otra vez si estás de pie sobre la nada?, ¿acaso regresarás sobre tus pasos?, ¿cómo inventar los colores del arco iris o las tempestades marinas?, ¿acaso extiendes las alas para soñar sobre los ríos púrpuras?, ¿acaso sobrepasa el pecado tú alma salvaje?, ¿acaso escondes la aflicción de la vida eterna?, ¿acaso contienes las lágrimas cerca a las puertas de tu recinto?


Sin embargo aquí estás, junto a mí, a solo unos metros de mí. Dos estatuas de roca que con los siglos nos desmoronamos, y los artesanos se acercan y labran sobre nuestros cuerpos, esculpen nuestras facciones, corrigen los bordes dañados por el tiempo; la lluvia, las inundaciones, el sol que los despelleja.


Hombres que aran la tierra. Mujeres en su constante ir y venir llevando a sus hijos, cargando las frutas, entrando y saliendo del pueblo. Hombres y mujeres cuidando animales, escondiéndose en sus casas, jugando a ser hombres que viven y sueñan.


Aquí estamos. Seres inertes, seres muertos de roca sólida, y aún así respiramos de este tiempo, aún así rompemos en llanto o lo contenemos. Aquí estamos, desmoronándonos.


El río sube y arrasa el pueblo, lo hemos visto decenas de veces, ¿recuerdas?, allí está de nuevo, cada año se repiten las inundaciones, los hombres que pierden cosechas que cuidaron con mucho esfuerzo durante meses, primero arando la tierra, abriéndole surcos y luego sembrando, las mujeres lloran por sus hijos extraviados que el agua arrasa y por los animales que se ahogan, arrastrados por las corrientes, escuchamos a los animales muriendo y chillando, ¿recuerdas?


Fue hace doscientos años que el agua nos alcanzó hasta arriba de las rodillas, solo un poco más alto que una casa, y míralos, allí están los hombres otra vez, siempre regresan.


Con sus herramientas suben hasta nuestras cabezas y corrigen los daños, no importan las cosechas, los animales muertos, los niños desaparecidos. Regresan por nosotros.


Y solo somos sus dioses muertos.

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