lunes, 3 de noviembre de 2008

calle

Hace fresco.

Por la venida el viento arrastra la basura y aun se respira el humo del pequeño incendio. Los niños juegan chapoteando en los charcos, saltan y salpican el agua sucia hacia los automóviles que avanzan cautelosos, tocando sus bocinas para abrirse paso. Las personas retroceden y se apiñan unas a otras. Una mujer arrastra del brazo a un niño con el rostro pintando de ollín y ceniza.

Pese a ello el fresco de la tarde se ha hecho palpable. Me recuesto sobre la vereda y me envuelvo en periódicos. 

2 comentarios:

Soy ficción dijo...

Una brisa fresca puede ser la vida para unos, y un infierno para otros...

piero dijo...

que original